¿Qué es la sensibilidad química múltiple? La sensibilidad química múltiple (SQM), también conocida como intolerancia ambiental idiopática, es una enfermedad en la que los afectados pierden la tolerancia a sustancias químicas presentes en el medio ambiente y que habitualmente son toleradas por otras personas, como pesticidas, perfumes, suavizantes, productos de limpieza doméstica, ambientadores, algunos alimentos, etc.
No se trata de una alergia, ya que las alergias son una reacción inmunológica mientras que la sensibilidad química múltiple produce una reacción multisistémica.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) no ha clasificado la SQM con un código en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10), pero en 2014, el Ministerio de Sanidad de España la codificó en su versión de la clasificación internacional de enfermedades (CIE-9-MC) dentro del grupo de “alergias no específicas”.
Los datos de prevalencia varían según los autores entre el 0,1 y el 7%, pero probablemente es más alta puesto que es una enfermedad infradiagnosticada.
No se conoce la causa, aunque hay varios estudios que apuntan a diversos factores causantes.
Podrían estar implicados diversos mecanismos de toxicidad y sistemas a nivel molecular, bioquímico, fisiológico y estructural. Es muy probable que el sistema nervioso central, el sistema inmunológico y el sistema endocrino participen en la respuesta toxicológica que se observa en el desarrollo de la sensibilidad química múltiple.
La enfermedad afecta principalmente a mujeres y suele desarrollarse de forma progresiva.
El diagnóstico es clínico, y se basa en la aparición de los síntomas. Los factores desencadenantes de los síntomas son muy variables en cada individuo. No existe una prueba diagnóstica específica, por lo que el diagnóstico es clínico.
La sensibilidad química múltiple puede producir una gran variedad de síntomas, que pueden ser similares a los de otras enfermedades, por lo que suele ser complicado relacionarlos con la sustancia desencadenante. Esto explica la dificultad del diagnóstico, lo que produce gran desasosiego e incertidumbre en los pacientes por la falta de comprensión.
Tampoco hay un tratamiento curativo. Lo ideal es un tratamiento personalizado y multidisciplinar para mejorar la calidad de vida de la persona afectada, basado en evitar la exposición a los agentes desencadenantes y complementar con cambios en la dieta, suplementos nutricionales, aprendizaje de técnicas de afrontamiento de la enfermedad y otros que alivien los síntomas.