Mi nombre es Stephanie “Efi” Leidinger, tengo 32 años, soy diseñadora gráfica e ilustradora de Perú y mi proyecto personal es “Fibro… ¿qué?”. Mi historia clínica comienza casi desde que nací, pero nunca hubo algo que marcara mi vida drásticamente hasta que me diagnosticaron fibromialgia a los 22 años, aunque creo que la tuve desde antes.
Si, lo sé. Soy muy joven para andar con dolores así, pero si me pongo a pensar cuánto le exigí a mi cuerpo hasta los 22 años, ¡le doy toda la razón para rebelarse contra mí! Y es que mi mente y mis ganas siempre han querido ir más rápido que mi cuerpo. Cuando estaba en la universidad yo misma me comencé a exigir un nivel y un rendimiento que aun no entiendo por qué anhelaba tanto. A la mitad de la carrera mi cuerpo pidió una pausa y se colapsó.
Seguramente todos los que tenemos fibromialgia hemos pasado por historias clínicas
parecidas, idas y vueltas a diferentes médicos y muchos años de no saber qué pasa. Pero les contaré mi historia porque en cada partecita aprendí algo y hace que hoy haga lo que hago: Los cómics de “Fibro…¿qué?”
Todo comenzó con una dermatitis a la que no le presté atención por 6 meses, luego un dolor tipo reumático muy raro. Dolores terribles que hicieron que terminaran hospitalizándome. Una semana después solo tenía una carpeta inmensa con pruebas médicas, y ninguna respuesta. Me diagnosticaron lupus. Luego dijeron que era artritis reumatoide. Más tarde, que era celíaca, ya no más magdalenas. Finalmente, cuando nada de eso resultó ser cierto, fui a ver un médico chino naturista. Su tratamiento consistía en tomar un extracto casero hecho a base de raíces de árboles y cosas muy desagradables, porque quería “limpiarme por dentro”. Y así aguanté más de un año, con las papilas gustativas apestando a raíces exóticas, ¡puaj! Cuando me di cuenta que no estaba funcionando, fui a una inmunóloga que me hacía vacunar todos los días. Y así, aguante 1 año más, mis pobres brazos llenos de pinchazos, ¡parecía un colador!
El siguiente paso fue visitar un médico general, el cual por fin descubrió que toda esa dermatitis, dolores y desequilibrio de pruebas médicas, tenían un nombre: fibromialgia. Me dijo que estaba deprimida. “Pero doctor, si ni siquiera estoy triste, ¿cómo puedo estar deprimida?” No me hizo caso y me recetó antidepresivos y ansiolíticos. El solo hecho de tomarlos y la frustración de no mejorar, hicieron que unos años más tarde efectivamente cayera en depresión… ¡Y pobre mi hígado!
En medio de toda esta locura de fármacos llegué a un médico que me sacó del fondo de pozo.
Un médico que se inclinaba siempre por lo más natural. Me recetaba hacer yoga, psicoterapia, fármacos, pastillas vegetarianas, dieta e ir al cine con mi novio. Este médico encontró que la causa de esta terrible rebelión de mi cuerpo contra mí misma, era causada por una candidiasis intestinal. La cándida, un famoso hongo intestinal que todos tenemos, pero que en mi caso creció mucho y me generó la fibromialgia. Así que sólo era cuestión de eliminar al hongo. Suena fácil, ¿no? Pues tardé un año en quitarme los antidepresivos y ansiolíticos del médico anterior y reemplazarlos por productos más naturales. Y luego casi 4 años en eliminar la cándida. Todo con más pastillas y una dieta que cada día se hace más estricta. Muchísimas cosas no puedo comer. Tuve que aprender a conocer mi cuerpo y saber que le conviene y que no le conviene. Creoque ahora lo que más condiciona mi vida como paciente con fibromialgia no son los dolores, sino la comida.
¿Por qué les cuento todo esto? Porque cada día que pasa sigo aprendiendo algo nuevo sobre mi enfermedad. Y justo ahora puedo decir que esto no tiene cura, pero si control. Y el control del dolor está en un balance de todo. Pasar por la consulta de tantos médicos me enseñó a estar “limpia por dentro”, en cuidarme de las alergias, en no siempre tomar la alternativa con químicos, en hacer dieta, en relajarme… pero, sobre todo, en bajarle la velocidad a mi mente e ir al ritmo de mi cuerpo.
No sé qué hubiera hecho si hubiera tenido que pasar por todo este complicado proceso de aprendizaje sin el apoyo de mi familia y mi novio (y futuro marido). Lo han vivido conmigo y tampoco debe haber sido fácil para ellos. Todo este tiempo lo pasé sintiéndome “víctima” de esta horrible enfermedad, sufriendo en silencio y no hacer gran noticia de mis dolores. No quería que la gente que me rodea me viera como sinónimo de quejas y malestares. Pero el año pasado decidí publicarlo. Literalmente.
Mi profesión y pasión es dibujar, y muchas veces he contado historias de mi día a día en cómics. Es que la vida tiene muchas cosas divertidas. Así que decidí hacer unas viñetas sobre la fibromialgia llamadas “¿Fibro…¿qué?”. Comencé convirtiendo todas esas quejas y dolores en historietas cómicas, contando las dramáticas historias de una forma divertida.
Y comencé a recibir muchas respuestas. Algunos amigos y familiares me recordaban anécdotas que había olvidado y que podría contar en la siguiente tira. Entonces descubrí que yo misma había puesto una barrera de autodefensa para no hundirme en la depresión y simplemente las había borrado de mi memoria. Pero hacer los estos cómics me permitió recordarlas, procesarlas, y replantearlas con algo de humor. Ahora hacer esto se ha convertido en mi psicoterapia y desfogue. Y ese es nuestro principal problema, que nos tragamos todo.
Yo ya no lo trago, lo ilustro. Y gracias a estos dibujos “salí del clóset” de la fibromialgia. Le grité al mundo mi enfermedad. Ya no hay necesidad de sufrir en silencio, sólo es cuestión de reírse y verlo con humor. Por supuesto los que se sienten más identificados no siempre son otros pacientes con fibromialgia, sino mi familia, novio y amigos. Así que esta es mi forma de compartir, dar las gracias por el apoyo y hacer que nuestra enfermedad sea más conocida para que los familiares de otros pacientes tengan un alivio y alguien que los comprenda.